Santiago de Cuba,

Una fecha inolvidable

20 July 2025 Escrito por  David Alejandro Medina Cabrales (estudiante de Periodismo) y MsC. Milagros Alonso Pérez

El 22 de julio de 1988, bajo un sol que pareció brillar más fuerte que de costumbre, el Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz inauguró una de las obras más humanas de la Revolución en esta tierra: el Hospital General Docente Orlando Pantoja Tamayo.

Hoy, a pocos días de cumplir 37 años, este día es recordado por cada uno de los lugareños como un momento que marcó el inicio de la ciencia y el amor en medio de las montañas del Oriente cubano.

Aquella mañana, el polvo del camino real aún se asentaba cuando milesde habitantes de Contramaestre, del Tercer Frente Oriental y comunidades aledañas se congregaron frente al edificio de líneas austeras pero prometedoras.

Para muchos, era la materialización de un sueño largamente esperado: un centro de salud con especialidades básicas, equipamiento moderno y, sobre todo, la misión de salvar vidas en una región donde antes la atención médica era un privilegio lejano.

Maricel Cabrales Toro, educadora del Círculo Infantil Amiguitos de Celia -en ese estonces con 18 años-, recuerda cómo Fidel, con su mirada penetrante y palabras precisas, dejó claro que aquel no sería un hospital más, sino “un baluarte de la salud pública, donde se atenderían a todos los pobladores ”.

Los primeros años no fueron fáciles. El bloqueo económico -esa sombra que aún persiste- intentó frenar el avance, pero el personal, imbuido del espíritu innovador que hoy los distingue, encontró soluciones donde otros verían obstáculos. Máquinas reparadas con ingenio, protocolos adaptados a las circunstancias y un compromiso de acero convirtieron al Orlando Pantoja Tamayo en un vivo ejemplo de lo que Cuba es capaz de lograr, incluso cuando el gobierno norteño aprieta sus cerco.

Pero más que sus paredes o equipos, lo que define a este hospital son las historias que laten en sus pasillos. Como la de aquellos estudiantes de medicina que, en 2016, aprendieron -no sin tropiezos- que una historia clínica bien hecha es el primer acto de curación.

O las risas de los niños del servicio de pediatría, que cada 20 de julio reciben “asaltos de amor” con obras de teatro y juegos, porque -como dice Melisa Salinas Rodríguez, Miembro del Buró Municipal de la UJC- “la sonrisa de un niño es nuestra mayor victoria”.
Hoy, casi cuatro décadas después,está institución de salud sigue siendo “una joya de la salud cubana”.

Atiende a miles de pacientes, forma a nuevas generaciones de profesionales y, sobre todo, mantiene viva la esencia de aquel día fundacional: la idea de que la salud no es un privilegio, sino un derecho sagrado.

El 22 de julio de 2025, cuando el reloj marque otro aniversario, valdría la pena preguntarse: ¿cuántas vidas ha tocado esta institución? ¿Cuántas madres han abrazado a sus hijos gracias a sus salas? Quizás la respuesta no quepa en números, pero sí en el silencio agradecido de quienes, al pasar frente a su fachada, aún murmuran: “Aquí me salvaron la vida”

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