La creación de ese destacamento ocurrió cuando la Ofensiva Final del Ejército Rebelde comenzaba a cercar y tomar ciudades y pueblos de la región oriental, mientras las columnas invasoras de Camilo Cienfuegos y Ernesto Che Guevara avanzaban hacia el Occidente.
Entre los combatientes el fusil M-1, por su ligereza y poder de fuego, era de los preferidos y ser recompensado con uno era sinónimo de reconocimiento al valor, lo que seguramente unido al machismo reinante, influyó en la anécdota que contó Fidel sobre el nacimiento de Las Marianas, a quienes asignó esas preciadas armas capturadas al enemigo.
Entonces, un soldado que no lo tenía, preguntó la razón de la decisión de entregarlo a las mujeres, a lo que el jefe rebelde respondió: “Te voy a decir por qué: sencillamente es mejor combatiente que tú”.
Recoge la historia que durante horas el Jefe de la Revolución estuvo explicando la decisión de organizar la unidad femenina y citó ejemplos de mujeres como Mariana Grajales, Ana Betancourt y las legendarias bayamesas y camagüeyanas de las guerras de 1868 y 1895, que estuvieron en la manigua redentora y empuñaron las armas como sus compañeros, además de desempeñarse como enfermeras y salvar vidas en los llamados bancos de sangre en las prefecturas mambisas.
Tuvo igualmente peso en los argumentos del Comandante en Jefe la presencia en la Columna 1 José Martí, de su ayudante Celia Sánchez Manduley, extraordinaria luchadora clandestina urbana, quien era ejemplo palpable para todos los combatientes.
El Pelotón femenino Mariana Grajales fue integrado por jóvenes campesinas, quienes se habían destacado en misiones muy peligrosas como mensajeras. Precisamente, en esos días se encontraban camino hacia La Habana Lidia Doce y Clodomira Acosta, detenidas posteriormente por la policía en la capital y asesinadas después de salvajes torturas sin que aportaran ninguna información.
Como jefa, con el grado de Teniente fue nombrada la enfermera rebelde Isabel Rielo, quien llegó a Coronela de las Fuerzas Armadas Revolucionarias, como segunda jefa Delsa Esther Puebla Viltres (Teté), única mujer que ostenta el grado de General de Brigada de las FAR. También resultaron seleccionadas Lilia Rielo Rodríguez, hermana de Isabel; Olga Esther Guevara (Olguita), Ángela Antolín Escalona (Angelina), Edemis Tamayo Núñez (la Gallega), Orosia Soto Sardina, Flor Celeste Pérez Chávez y Eva Rodríguez Palma.
Recibieron entrenamiento en tiro y táctica por el propio Comandante en Jefe, quien además las nombró responsables de su seguridad personal hasta que lucharon por primera vez en la Batalla de Cerro Pelado, el 27 de septiembre de 1958.
Participaron en la Batalla de Guisa y muy cerca de la posición de Braulio Coroneaux, en La Loma de El Martillo, desde la cual con su ametralladora 50 impedía el avance enemigo por la carretera de la ciudad. Eva y Angelina fueron casi enterradas en su trinchera cuando un proyectil disparado por un tanque acabó con la vida del glorioso capitán.
Posteriormente, Eddy Suñol fue designado por la Comandancia para cumplir una misión en los predios de Gibara en octubre de 1958, y tuvo como refuerzo por orden de Fidel a Las Marianas Isabel Rielo, Teté Puebla, Lilia Rielo y "la Gallega", quienes se destacaron por su valentía en varios combates, entre estos los de La Presa y Los Güiros, donde se organizaron emboscadas a fuertes columnas enemigas que fueron diezmadas.
Después del triunfo del primero de enero de 1959, Las Marianas se sumaron a las tareas principales en la defensa y el desarrollo del país y mantuvieron la fidelidad a la Revolución que eligieron desde los heroicos tiempos de lucha en la Sierra Maestra, cuando sin saberlo se erigieron como ejemplo y símbolo adelantado del papel de la mujer en la nueva sociedad que empezaba a construirse.