Una noticia paralizó a Cuba el 18 de junio de 2007: la muerte de la heroína de la Sierra y el Llano, Vilma Espín Guillois. Ese día, en su Santiago natal, las muestras de dolor fueron incontables; pero fueron mucho más evidentes el agradecimiento y el orgullo de saberla nuestra, de Cuba y del mundo.
Luis Alberto Portuondo Ortega
Desde la década de los años 70 del siglo pasado, embellece el entorno de la Ciudad Héroe el complejo histórico monumental Abel Santamaría, o simplemente el parque Abel, como le llaman los santiagueros; quienes observan y disfrutan el proceso constructivo que desarrolla una brigada de la Empresa de Restauración y Conservación de Monumentos de la provincia, en lo que fue el Hospital Civil Saturnino Lora.
¿Qué sería de Cuba sin su Santiago? La pregunta puede resultar hasta absurda al hablar de un país como el nuestro que tiene en esta ciudad y provincia la cuna de hechos trascendentes que marcan la historia patria.
Los compromisos en saludo al aniversario 70 del asalto al cuartel Moncada abarcan todas las esferas de la vida socioeconómica de la provincia y una de ella es la del mantenimiento a la red vial.
La idea de tener descendencia -o mejor dicho el anhelo y propósito de tener hijos- domina la existencia de la mayoría de los hombres. Es una especie de instinto natural que se consolida cuando se procrea dejando, para siempre, el yo en beneficio del otro (obviamente del o los hijos).
Cuando murió William Smart –quien tras el deceso de su esposa crío a sus descendientes- su hija Sonora escribió en la prensa de principios de la pasada centuria que había que “inculcar el mismo amor y reverencia por el padre que la parte de la madre”.