A través del tatuaje las personas representan sus valores, ideales o cualquier aspecto de la vida que sea significativo o especial. Es por tanto, un instrumento que sirve para reafirmar la identidad personal ante los demás y, sobre todo, ante nosotros mismos.
Actualmente existen personas que infieren que alguien tatuado es irresponsable, sucio, con antecedentes poco confiables. La realidad es que el tatuaje mismo no discrimina, todo el que lo desee puede tener uno. Una persona tatuada no tiene nunca la intención de volverse una etiqueta mal vista.
El simbolismo detrás de un tatuaje es más profundo de lo que parece, es tinta que se queda en la piel para siempre, que requiere un proceso doloroso, y que de alguna forma da una nueva apariencia.
Un tatuaje te cambia ¡Sí!, pero no te separa de los demás. Todo lo contrario te acerca al mundo, porque esa tinta es, de alguna forma, una carta abierta de quién eres, a tus gustos y tu personalidad, sin miedo a ser juzgado.