Es, sin lugar a dudas, el primer monumento cubano dedicado al Guerrillero Heroico, fruto de la iniciativa de su compañero de lucha, Comandante de la Revolución Juan Almeida Bosque, y el ingenio de la notable escultora Rita Longa Aróstegui.
Desde el 15 de octubre de 1973 se ha convertido en un espacio idóneo para actividades patrióticas, rodeado de elementos naturales y esculturas que representan el escenario de guerra, pensado así por Rita.
Una plataforma de granito, de manera escalonada, tiene 73 piezas de mármol blanco de distintas dimensiones, en las que se representan los rostros de los combatientes, ubicados conforme a las posiciones que ocupaban en la Guerrilla boliviana: Estado Mayor, Vanguardia y Retaguardia.
Entre las piezas de mármol se elevan dos cipreses que simbolizan la inmortalidad, también hay bambúes -como si fuera la selva boliviana-, y desde el fondo emerge una alfombra de canto, que representan las cuencas de los ríos Grande, Ñacahuasú y otros de aquellos lares en los que valientemente combatieron. Una palma real da fe de hidalguía y cubanía; el algarrobo, de la continuidad histórica de la causa del Ché y sus compañeros.
En 15 de los paneles superiores se muestran están las imágenes, seudónimos de guerrilla, fecha y lugar en que cayeron los guerrilleros; en otros cuatro, están descritas sus cualidades personales y los objetivos de lucha revolucionaria. De manera especial, una tarja muestra los grados militares, nombres, seudónimos, fecha de nacimiento y organización política a la que pertenecieron los caídos.