Dice que acostumbraba a silbarle cuando aun estaba en la panza, y que formaba un alboroto tremendo, de esos que se notan con apenas mirar la barriga.
Dice, que la primera vez que la vio a ella, -su princesa, su reina, su vida, su amor-, estaba llorando en el cunero, y que se le acercó, le silbó, la cargó, y le dijo: papi está aquí; y fue el santo remedio para calmar la perreta.
Dice que varias fueron las madrugadas, -tantas y tantas-, en las que la acurrucó en su pecho y la balanceó por horas para que mamá pudiera tomar el merecido descanso después de un día duro.
Dice que muchas veces, tuvo que salir volando ante la llamada telefónica para calmar el llanto de su niña. Dejar el trabajo, por momentos, e ir a consolarla.
Dice que sus miedos cambiaron por ella, y empezaron a ser los catarros, las fiebres, las caídas, sus mayores temores.
Dice que aún sus miedos son por ella; por su salud, por sus estudios, por su desarrollo, por su crecimiento personal, por su formación, por cumplir sus sueños, por satisfacer sus deseos.
Dice que todos sus esfuerzos, son por ella; y por ella, modifica calendarios; aplaza el tiempo; se vuelve profesor y lo mismo escenifica una obra que se convierte en Martí para ayudarla a entender el porqué de alguno de sus escritos.
Dice que por ella ha vuelto a estudiar; Matemáticas, Física, Química, Inglés, Historia, entre muchas otras forman parte de su horario "escolar", a ese que le dedica un tiempo a la salida del trabajo o mediante WhatsApp, estando en él.
Dice que ella es su vida misma, ¡Toda ella!, que su enorme estatura, su pelo negro, sus hermosos ojos, su contagiosa sonrisa, su ingenuidad, sus alocados chistes, son su esencia y su motor impulsor.
Dice que ella ha sido y será por siempre ¡La mejor decisión de su vida!