“Esto no es solo mío”, repiten como un mantra. Y es cierto: detrás de cada calificación perfecta hay madres preocupadas, municipios que movilizaron recursos, y profesores que se convirtieron en segundos padres. Hoy, estas jóvenes -de los municipios de Tercer Frente, San Luis y Santiago de Cuba- comparten sus secretos, sus miedos y cómo un territorio entero se unió para escribir su éxito.
Estudiar es ganar
Con su pelo recogido y una sonrisa que delata orgullo, María Isabel Rivero Acosta, del municipio Tercer Frente, describió su rutina en su centro estudiantil, el IPR Mario Muñoz Monrroy: “Los domingos, cuando otros iban de pase, nosotros resolvíamos temarios con profesores de Historia, Matemáticas y Español. Hasta la directora municipal venía tres veces por semana a ver si necesitábamos algo”.
Sus ojos brillan al hablar de su madre, quien desde la distancia se preocupaba y la llamaba siempre: “Aunque no estaba aquí, su amor llegaba. Mi abuela y mi hermana fueron mis pilares... cuando supe la nota, lloramos juntas”.
Esta amante del verde, el morado y la ópera -que escucha entre ejercicios de álgebra- eligió Turismo porque “los idiomas son puentes para conectar culturas. Quiero recibir turistas con el mismo calor con el que mi gente me enseñó a vivir”.
“Las matemáticas me enseñaron que hasta el miedo tiene solución”.
Hija de médicos, Claudia Elísabeth Viel González encontró en la lógica de las matemáticas y la biología un refugio. “Los sábados eran sagrados para repasar. Los profesores diseñaron temarios verticales y horizontales hasta que el formato del examen no nos asustara”, dijo la oriunda del municipio de San Luis.
Para ella, el 100 fue una victoria sobre la duda: “A veces creía que no podía, pero mi familia y mis profesores -del IPU Doris Manuel Martínez Mejías- me decían: Claudia, tú puedes. Ahora quiero usar esa seguridad para ayudar a otros como psicóloga”. Su meta es clara: “Entender el alma humana. Curar heridas invisibles”.
“Mis profesoras fueron madres con tiza en las manos”
Kyra Menéndez Acosta, la santiaguera más artística del grupo -fan del pop, la literatura y los videojuegos-, casi elige Psicología, pero “los idiomas me ganaron el corazón”. En el IPU Rafael María de Mendive -su escuela- las profesoras Odalis, Odet y Annette se convirtieron en su familia: “Nos reuníamos después de las teleclases para corregir ejercicios. Eran incansables”
Recordó el día del examen: “Temblaba, pero mi mamá me dijo: Confía en lo que sabes. Ahora, estudiar la carrera de Lengua Inglesa con segunda Lengua Extranjera es mi manera de honrar ese esfuerzo”.
Estas jóvenes -parte de los 27 estudiantes con la puntuación máxima en Santiago de Cuba -insisten en lo mismo: “Nadie lo logra solo”. Detrás de ellas hay muchas personas que ayudaron a conquistar ese logro.
Como dice María Isabel: “Cuando estaba cansada, alguien me decía, dale. Ahora sé que esa palabra era el motor”. Su historia, como la de Claudia y Kyra, prueba que en Cuba la educación es un acto de esfuerzo colectivo.