Santiago de Cuba,

Heridas por sanar

15 March 2024 Escrito por  Periódico Granma

Haití es un tema tan actual como de larga data, si se tiene en cuenta que procesos de ingobernabilidad y violencia, como el que vive la nación caribeña, se han producido –en mayor o menor medida– en muchos momentos de su historia.

Por añadidura, la empobrecida nación ha sufrido la furia de la naturaleza, que ha provocado desde mortales terremotos hasta inundaciones esporádicas y sequías extensas.

Quizá como en ningún otro país, la vida en Haití ha transcurrido entre la desidia internacional, no involucrada en la materialización de inversiones y ayuda, y la limitada solidaridad para la atención de sus más graves problemas.

Sin embargo, más de una vez ha habido entusiasmo foráneo para intervenciones militares, algunas veces disfrazadas de «operación humanitaria», que poco o nada han aportado al desarrollo ni a la estabilidad del país.

Por eso es que hablar o escribir de Haití requiere repasar muchas aristas, no siempre fáciles de abordar.

Lo que sí está claro es que ninguna solución a la situación haitiana debe considerar la intervención militar extranjera, ni la imposición de sanciones –típicas de estos años–, ni la intromisión en los asuntos internos que se deben resolver entre sus ciudadanos y autoridades.

Si se quiere contribuir a buscar una salida a la actual crisis, lo primero que debe favorecerse es un entendimiento entre sus autoridades y su pueblo, con una contribución transparente y nada impositiva de instituciones internacionales.

Parar el derramamiento de sangre, desarmar a las pandillas que violentan cada día la tranquilidad ciudadana y lograr que se produzca el diálogo pacífico y civilizado que pueda conducir a un proceso electoral transparente e inclusivo, deben ser los primeros compromisos.

De igual forma, una necesidad de primer orden es la contribución internacional, la ayuda económica, la inversión extranjera para desarrollar el país, así como ofrecer ayuda humanitaria en los sectores más sensibles como la salud, la educación y la protección social.

Preguntas hay muchas sin responder, y pudiéramos comenzar por indagar a cuánto ascendió, en el último año o en la última década, la inversión extranjera, ya sea en el sector alimentario, agrícola, industrial o cualquier otro, para que Haití pueda dar empleo a sus habitantes y ver una luz que ilumine a la nación que algún día tendrá que dejar de ser identificada por su violencia, el crimen, el analfabetismo, la insalubridad y la inestabilidad social.

Según datos del Banco Mundial, el 60 % de la población vive por debajo de la línea de la pobreza, es decir unos 6,3 millones de personas; mientras la educación muestra uno de los índices más bajos del hemisferio occidental, con una tasa de alfabetización del 60,7 %.

Otra herida por sanar en Haití es la afectación que dejó el terremoto de 2010, que destruyó la infraestructura del sector educacional y desplazó entre el 50 % y el 90 % de los estudiantes hacia otros lugares.

Ese evento sísmico dejó 316 000 muertos y 350 000 heridos, miles de casas destruidas y un 60 % de las instalaciones sanitarias afectadas totalmente. Además, 1,5 millones de personas se quedaron sin hogar.

En 2016, el huracán Matthew barrió el suroeste del país; causó 573 muertes y dejó unos dos millones de damnificados. El ciclón Laura, de agosto de 2020, ocasionó decenas de muertos y daños materiales a su paso.

Del mismo modo, las epidemias han diezmado a la población. La de cólera de 2010 infectó a 520 000 personas y provocó la muerte de por lo menos 7 000.

Sangre haitiana se ha derramado demasiado, como para que la comunidad internacional y sus gobiernos e instituciones se convenzan de que lo que ocurre hoy no puede seguir siendo como parte del ADN de los haitianos.

Más que de violencia y miseria, esa nación debe exaltarse por haber sido la primera en conquistar su independencia del colonialismo, y por contar con una cultura auténtica, con valores intrínsecos que constituyen patrimonio para el Caribe y el mundo.

Recordemos que la Declaración de Independencia de Haití se produjo el 1ro. de enero de 1804, luego de 13 años de vivir como colonia francesa.

¿CUÁNTO DEBE CAMBIAR?

La situación actual evidencia, en extremo, un vandalismo que ha proliferado, de tal manera, que hace más complicada la solución.

El hecho de que la Comunidad de Estados del Caribe (Caricom) se reuniera de urgencia y adoptara una resolución que implica el llamado a las autoridades y a las bandas armadas para emprender un proceso constitucional que conduzca a elecciones libres y transparentes, no puede ser la única medida para sanar la gran herida que hoy está abierta en la nación caribeña.

La dimisión del primer ministro de Haití, Ariel Henry, y la creación de un Gobierno de Transición constituyen pasos iniciales que deben conducir a comicios en los que el pueblo elija a sus gobernantes.

Aun así, existe incertidumbre sobre el posible envío al país antillano de una misión multinacional compuesta por mil agentes de la policía keniana, un acuerdo de la visita a Kenia del Primer Ministro de Haití, ahora dimitente.

La ONU, por su parte, se ha limitado a que el Consejo de Seguridad expresara su «preocupación por la espiral de violencia», e instara a todas las partes a restaurar las instituciones democráticas.

Una declaración tan limitada no puede más que delatar la falta de credibilidad de instituciones internacionales como la ONU, incapaces de promover respuestas efectivas a situaciones tan acuciantes.

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