Un museo a cielo abierto
Con más de 8 000 tumbas y estructuras luctuosas, Santa Ifigenia es un reflejo de la diversidad social, cultural y política de Cuba. Aquí yacen desde próceres independentistas hasta artistas, científicos y figuras anónimas que tejieron la identidad santiaguera. Entre sus curiosidades históricas destaca el hecho de que, durante las guerras por la independencia, el cementerio fue testigo de entierros clandestinos de mambises, cuyos nombres a veces quedaron grabados solo en el corazón de sus compatriotas.
Ningún recorrido por Santa Ifigenia está completo sin detenerse ante el grandioso mausoleo de José Martí, el Héroe Nacional de Cuba. Diseñado con simbolismos que evocan su ideario —como la torre que representa la fragua de su pensamiento—, el monumento recibe cada día a visitantes de todo el mundo. Desde el 3 de diciembre de 2016, el camposanto guarda también las cenizas de Fidel Castro, cuyo nicho sobrio, junto a una roca y una placa con su nombre, contrasta con la monumentalidad martiana pero reafirma el sitio como panteón de lo extraordinario.
Patrimonio y perdurabilidad
Declarado Monumento Nacional en 1979 y Patrimonio Cultural de la Nación, Santa Ifigenia es mucho más que un cementerio: es un diálogo entre el pasado y el presente. Sus lápidas neoclásicas, ángeles decimonónicos y criptas familiares hablan de una época en que la muerte se vestía de arte. Hoy, cuando cumple 157 años, sigue siendo un lugar de peregrinación, no solo para el duelo, sino para entender que, entre sus senderos, la historia de Santiago respira.