El deseo de cuidar a los niños le venía por el respeto y la admiración hacia los médicos que la antendían desde la infancia en su Vedado natal, y del conocimiento que no habían especialistas fuera de la capital, menos quienes trataran las afecciones respiratorias.
"Me hicieron la propuesta de sustituir a una médico suiza española que tenía que volver a su país. Pude no hacer la especialidad pero un profesor me dijo, 'te han dado un nivel muy alto, no hay nada tan malo como tener un cargo así sin los conocimientos necesarios'.
Silvia comenzó el internado, por primera vez en Cuba las especialidades llegaban para todos los que terminaban las clases, anteriormente solo accedían alumnos eminentes, casi siempre hijos de doctores, que tenían entada a los hospitales.
Varios profesores vinieron a Santiago para capacitar a los internos, Silvia recuerda con cariño nombres como los doctores José Ninter Junco, Alfonso Araujo, Ernesto Fabre Garrido y otras figuras eminentes de la medicina cubana y latinoamericana, algunos con quienes trabajó muchos años por la salud infantil y a cuyos reclamos se debe el reconocimiento del 30 de septiembre como el Día de la pediatría cubana.
La doctora Silvia remarca la figura de Ángel Arturo Aballí Arellano nacido este día, quien formó la escuela de pediatría cubana. Ella estudió en un hospital que llevaba su nombre, único de su tipo en el país especializado en la tuberculosis. Desde su nombramiento como jefe de los servicios de pediatría del hospital Reina de las Mercedes de La Habana, en 1906, el doctor Aballí fue el creador del salón del lactante, del laboratorio clínico, de la dietética y de la anatomía patológica. Realizó las primeras transfusiones sangre y la punción lumbar.
Le debemos que Cuba sea uno de los pocos países donde el pediatra realiza este procedimiento para el diagnóstico de infecciones del sistema nervioso central, mientras en el mundo corre a cargo de los anestesiólogos. Aún hoy se le recuerda y para Silvia es un referente a seguir.
La doctora logró el grado de especialista, es profesora titular, consultante, recibió posgrados fuera del país, en la antigua Unión Soviética, también estuvo en Guyana donde fungió como funcionaria de la embajada cubana, realizó disertaciones en actividades de pasantías junto a los compañeros de la Organización Panamericana de la Salud, y participó con ellos en los eventos con intervenciones radiales hasta inicios de la década del 1990.
Su nombre encabeza una de las cátedras médicas del país, lo que le inspira respeto por la confianza depositada al hacer la propuesta, y ayudó a hacer realidad la atención integral al niño. Fue un camino largo y esforzado.
"En la primera clase en la Universidad de La Habana, eso fue en el gobierno de Gerardo Machado, un profesor dijo que la medicina era para blancos y ricos, no para mujeres, ni negros, ni pobres. Yo no hice caso y seguí con mis aspiraciones. Era el sistema, la escala social, pero en mi casa no existían esos prejuicios; se vivían, mas no significaban una limitación para superarse.
"Mi abuela decía 'primero se aprende y después se trabaja'. Tuve la oportunidad de ir a colegios religiosos, mi tía consiguió una beca en el Santa Angela de la madre, dónde hasta ese momento no recibían día niñas negras, aunque era para pobres.
Era una de las órdenes religiosas más desarrolladas y de mayor nivel cognoscitivo, las monjas eran licenciadas y doctoras en filosofía y letras. No he tenido un espacio en mi vida de estudiante de mayor alegría y respeto".
Que el mejoramiento del ser humano tiene que ser a base de la espiritualidad, de disfrutar lo tienes respetando a los otros y a la naturaleza, es uno de los axiomas de la vida de Silvia.
"Hay cosas lindas. Yo disfruto mucho mis alumnos. Sí. Estoy muy limitada de salir porque ya el equilibrio no es el mismo, pero soy profesora consultante. El alumno es reflejo del profesor entonces yo tengo mucho de mis queridos profesores.
Gracias a sus enseñanzas y a la Revolución, en mi persona se creó el servicio para niños tuberculosos que tuve la dicha de dirigir y desarrollar, ser la profesora de tantos neumólogos y pediatras a lo largo de los años ha sido una alegría muy grande; he disfrutado sanar y aunque me entristece cuando no ha sido posible, mis alumnos son otra manera de devolver la salud".
Cuántas anécdotas se pueden acumular en 90 años, pero las más preciadas siguen siendo cuando alguien la reconoce por la calle como la doctora Justiz y le agradece haber atendido un hijo, un sobrino o un hermano. Ahora la acompañan las llamadas telefónicas que no cesaron esta tarde, y en las cuales compartió la dicha de ser entrevistada. Con alegría y gracias a la vida por llegar a esta edad, disfrutar de la profesión y sus alumnos celebra Silvia otro Día de la Pediatría Cubana.