Fue la ocasión en que el joven revolucionario, luego de realizar las más contundentes denuncias a los crímenes de la tiranía, expuso las razones de la acción heroica y las proyecciones revolucionarias convertidas luego en programa de lucha del pueblo hasta alcanzar la victoria y edificar después la obra redentora de la Revolución.
Las palabras de Fidel estremecieron los cimientos de la pequeña sala de enfermeras del hospital civil, donde fue llevado el juicio para tratar de ocultar sus razones.
Así habló en la parte final de su alegato:
¨Termino mi defensa, pero no lo haré como hacen siempre todos los letrados, pidiendo la libertad del defendido; no puedo pedirla cuando mis compañeros están sufriendo ya en Isla de Pinos ignominiosa prisión. Enviadme junto a ellos a compartir su suerte, es inconcebible que los hombres honrados estén muertos o presos en una república donde está de presidente un criminal y un ladrón¨.
“ En cuanto a mí, sé que la cárcel será dura como no lo ha sido nunca para nadie, preñada de amenazas, de ruin y cobarde ensañamiento, pero no la temo, como no temo la furia del tirano miserable que arrancó la vida a setenta hermanos míos. Condenadme, no importa, La historia me absolverá”.
Y la historia lo absolvió y lo elevó al sitial más alto de la Patria.