Entre las víctimas, civiles desesperados que esperaban ayuda humanitaria en centros de distribución, ahora convertidos en escenarios de masacre. La televisora Al Jazeera documentó cómo soldados israelíes dispararon contra quienes buscaban alimentos en Rafah y cerca del Eje Netzarim, una división militar que parte en dos al ya asfixiado territorio palestino.
La crudeza de la guerra se repite: escuelas bombardeadas, familias desplazadas bajo fuego, niños que nunca más volverán a jugar. En Khan Yunis, un ataque aéreo contra una escuela convertida en refugio dejó dos muertos y decenas de heridos. En Shuja’iyya, otro bombardeo sumó tres víctimas más. La estrategia israelí, bajo el pretexto de la “seguridad”, se revela como un castigo colectivo contra un pueblo que resiste décadas de ocupación y apartheid.
Aunque el primer ministro Benjamin Netanyahu ha flexibilizado levemente el bloqueo -bajo presión internacional-, la ayuda que ingresa es insuficiente. Camiones con medicamentos y combustible, reportados por Al Hadath, son apenas un paliativo para una crisis humanitaria diseñada desde los escritorios de Tel Aviv. La comunidad global mira, condena, pero no actúa con la firmeza necesaria. Mientras, Washington sigue armando y financiando a Israel, cómplice de un genocidio con sello de impunidad.
En Cuba, donde la solidaridad con Palestina es principio irrenunciable, la indignación crece. ¿Hasta cuándo se tendremos que ver episodios tan devastadores e inhumanos?. Gaza no es solo un conflicto lejano, es el símbolo de la lucha contra el imperialismo, la misma que Cuba conoce bien.
La prensa occidental habla de “guerra”, pero calla la ocupación. Habla de “enfrentamientos”, pero omite los crímenes de guerra. La verdad no es neutral. Y hoy, la verdad está del lado de Palestina.
Mientras Israel siga matando, la palabra será trinchera. Gaza resiste. Y el mundo, tarde o temprano, tendrá que responder.