Santiago de Cuba,

En Guayabal, Contramaestre, hay vida y esperanza

11 November 2025 Escrito por  Acn

En Guayabal, un poblado del municipio santiaguero de Contramaestre donde el verde del campo se mezcla con el rumor del río, todavía huele a fango y a madera mojada: Melissa lo cambió todo.

El paisaje es desolador, las ramas deshojadas siguen enredadas, cargadas de escombros, y las paredes de las casas —o lo que queda de ellas luego del huracán— tienen marcas de agua a metros de altura.

Pero, entre el lodo y los escombros, permanece la fuerza de la fe y la solidaridad entre vecinos, como la de Yamile Álvarez, quien todavía tiembla al recordar aquel 29 de octubre.

Horas antes del paso del potente ciclón, acudió a la casa de sus vecinos para ofrecer refugio, les dijo que las puertas de la vivienda de su hijo, situada al otro lado del puente, estarían abiertas a la hora que fuera, dispuesta a proteger a todos en caso de emergencia, aunque ya otras personas habían sido evacuadas allí.

No imaginé que esa madrugada sería eterna, refirió a la Agencia Cubana de Noticias; con las primeras ráfagas de viento y la lluvia intensa, el presentimiento del peligro se hizo más cercano, irresistible.

Me senté en un balance y me puse las manos en la cabeza, dijo, uno se desespera, siente que algo malo va a pasar, pero no quería preocupar a mi madre, que tiene 80 años.

Lo sucedido fue una batalla entre la furia de la naturaleza y la voluntad humana de sobrevivir: la casa de su hijo perdió parte del techo de fibrocemento, mientras el agua del río comenzaba a subir de una forma alarmante, nunca antes vista por las diferentes generaciones que viven en la demarcación.

En un momento de aparente calma, la del ojo del huracán, llegó la hija de un vecino militar pidiendo auxilio; decía que se estaban ahogando, y los hombres de la casa salieron sin pensarlo dos veces, enfrentándose a la oscuridad, al miedo y a la furia del río, porque lo importante era salvar vidas, manifestó Álvarez, quien padece varias enfermedades y sobrevivió al síndrome de Guillain-Barré.

A medida que el río crecía, los vecinos rescataban personas y animales: yo soy sanitaria y dietista de Educación en el municipio, y me siento orgullosa de haber ayudado con lo aprendido de esas dos habilidades a los que llegaban empapados, mientras seguíamos esperando que amaneciera, significó.

El amanecer mostró la magnitud del desastre: más de diez metros de crecida, más de veinte viviendas bajo el agua, entre las cuales estaba la de ella.

Mi hijo salió y me dijo llorando que no quedaba nada, yo pensé que al bajar el agua encontraría mis cositas dentro, pero lo perdí todo: la ropa, los equipos, las comodidades de mi casita, que había conseguido con tanto trabajo y sacrificio, expresó.

A las cinco de la tarde, acompañada del primer secretario del Partido Comunista de Cuba en el municipio y una vecina, regresó a un punto cercano al sitio donde antes estaba su hogar.

Cuando miré, parecía el mar: todo estaba tapado, mi hija me preguntaba: ‘Vieja, ¿dónde está tu casa?’ y yo solo podía señalarle donde se veía una mata de mango. No quedaba nada, aseguró conmovida.

Antes del huracán, Álvarez había hecho una súplica: tengo una Santa Bárbara y un San Lázaro, y les pedí que, aunque perdiéramos lo material, protegieran nuestras vidas.

Cuando bajó el agua, su nieta encontró las imágenes enterradas en el fango, hoy se pueden observar llenas de lodo sobre una tabla, convertida en un altar improvisado que parece resistirlo todo.

Ahí siguen, llenos de fango, pero de pie como nosotros, dijo con una mezcla de tristeza y fe.

Álvarez recordó que, en otros tiempos, durante emergencias, se disponía de transporte para resguardar pertenencias, esta vez no hubo oportunidad, pero confía en que el Gobierno cubano no los va a desamparar.

Ya hemos recibido algunos donativos y, entre vecinos, compartimos lo poco que tenemos; tengo la fuerza, y seguimos adelante, afirmó.

En Guayabal se habla mucho de pérdidas, de resiliencia y de la voluntad de volver a empezar, esa que el río no pudo arrastrar ni el fenómeno meteorológico destruir.

Melissa dejó cicatrices visibles, pero también puso en contexto, una vez más, la capacidad humana de resistir, de creer, de sostenerse y de sostener al otro en medio de la tormenta.

Álvarez, como tantos otros en el oriente del país, lo perdió todo, pero sigue viva; y mientras haya vida, hay esperanza.

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