Santiago de Cuba,

Al mosquito hay que darle guerra

20 November 2025 Escrito por  David Alejandro Medina Cabrales
Tomada de Internet

Todos los santiagueros libramos hoy una batalla compleja en patios, tanques y recipientes olvidados. El enemigo no mide más de siete milímetros, lo que parece un juego, pero no lo es. Su capacidad de daño es desproporcionada: el mosquito Aedes aegypti se ha convertido en el vector de enfermedades que afectan la tranquilidad y la salud de todos.

Dengue, chikunguña y zika son nombres que hoy repetimos con preocupación en hogares y hospitales. Este escenario epidemiológico demanda no solo acciones contundentes, sino también una conciencia ciudadana activa y permanente. La gravedad del asunto requiere una respuesta unificada y constante de todo nuestro pueblo.

Lo preocupante es que, a diferencia de otras emergencias, las arbovirosis representan un fracaso colectivo en la prevención más elemental. Cada caso de dengue o de los dolores incapacitantes del chikunguña, con secuelas que persisten por meses, indica que cerca hubo un criadero: un depósito de agua descubierto o un recipiente abandonado.

Las autoridades sanitarias tienen la responsabilidad de fumigar y diagnosticar a tiempo. Pero esta es una guerra que no se gana solo con las brigadas de control vectorial recorriendo los barrios. Se gana día a día, en el ámbito doméstico, con la vigilancia constante de cada familia sobre su espacio vital.

La experiencia en municipios como Contramaestre resulta ilustradora. Mientras se anuncian operativos de fumigación masiva, como intervenir 24 011 viviendas, la realidad es diferente. Pobladores como Erika Estrada Pamtoja, del Consejo Popular Los Negros, son un ejemplo elocuente.

Erika reportó hace semanas su cuadro febril, con intenso dolor de cabeza y malestar en las articulaciones. Aunque la doctora de su consultorio la visitó, su vivienda aún espera por la fumigación. La respuesta de los especialistas de Vectores fue desalentadora: “No hay nada para fumigar”.

La situación se complejiza por las condiciones particulares de la provincia. La densidad poblacional y los problemas de abasto de agua que obligan al almacenamiento inadecuado son factores clave. A esto se suman eventos meteorológicos como el huracán Melisa, que dejó depósitos de agua ideales para el mosquito.

Estos elementos crean el caldo de cultivo perfecto para la proliferación del Aedes. Frente a esto, las recomendaciones de hervir y clorar el agua dejan de ser sugerencias. Se convierten en herramientas de supervivencia cotidiana, esenciales para proteger a las familias.

Pero hay un aspecto aún más preocupante: la normalización del riesgo. En muchos barrios, convivir con el zumbido del mosquito y la posibilidad de enfermar se ha vuelto habitual. Esta resignación es el mejor aliado del vector. La lucha efectiva requiere romper con esta indiferencia colectiva.

Debemos entender que la presencia del Aedes aegypti no es un fenómeno natural inevitable. Es el resultado de prácticas sociales que pueden y deben modificarse. La conciencia sobre esta realidad es el primer paso para un cambio efectivo y duradero en nuestras comunidades.

El mensaje del Dr. Pedro Méndez Castellanos, Director Municipal de Higiene en Contramaestre, es crucial. Habla de la importancia del “focal familiar”, la inspección semanal en cada vivienda para eliminar criaderos. Esta simple acción, realizada consistentemente, tendría un impacto mayor que cualquier fumigación.

La paradoja es evidente: tenemos al enemigo en casa, y son las manos de cada ciudadano las que pueden eliminarlo de manera más efectiva y económica. La responsabilidad individual es la piedra angular para ganar esta batalla sanitaria que nos afecta a todos.

Las arbovirosis en Santiago son mucho más que un problema de salud. Son un termómetro de nuestra organización comunitaria y disciplina social. Miden nuestra capacidad para entender que la salud pública es una corresponsabilidad de todos, no solo del Estado.

Mientras esperamos que el sistema de salud perfeccione su respuesta con diagnósticos rápidos y fumigaciones oportunas, en nuestras manos está la solución fundamental. La próxima vez que escuchemos el zumbido de un mosquito, no pensemos solo en la molesta picadura.

Pensemos en que ese pequeño insecto puede ser un vector de enfermedad para nuestra familia. Esa conciencia, convertida en acción sistemática, es nuestra verdadera primera línea de defensa. De nosotros depende ganar esta guerra cotidiana.

  • Compartir:

Escribir un Comentario

We use cookies to improve our website. Cookies used for the essential operation of this site have already been set. For more information visit our Cookie policy. I accept cookies from this site. Agree