A ese criterio llegan teniendo en cuenta los impactos negativos más reiterados e importantes que causan a los ecosistemas forestales, ecológicos, económicos, sociales y culturales.
Datos suministrados por la Organización de las Naciones Unidad para la Alimentación y la Agricultura (FAO) señalan que cada año se queman unos 12 millones de hectáreas de bosques, lo que representa daños directos a la producción y calidad de los productos maderables.
Se añade entre los perjuicios la destrucción del paisaje y severas afectaciones económicas y ambientales a la sociedad y la naturaleza.
Actualmente se estima que el costo promedio anual de los incendios forestales en el orbe asciende a más de 50 mil millones de dólares.
Esos sucesos además contaminan cada año la atmósfera con seis millones de toneladas de dióxido de carbono, más del doble que los combustibles fósiles emitidos por la Unión Europea en todo el 2020, advierten especialistas.
Estos también refieren que en lo que va de siglo, sólo en Estados Unidos ese tipo de fuego destruye anualmente más de dos millones de hectáreas.
En ese país, Canadá, Rusia, España, Australia, México, Argentina, Portugal, Chile y Brasil, entre otros muchos incluida Cuba, se originan cada año siniestros de ese tipo, fenómenos cada vez más frecuentes en medio del creciente calentamiento global del ambiente.
De acuerdo con expertos, esos fenómenos ocurren prácticamente desde que existe la vegetación en la Tierra, y en la época más remota tenían lugar de forma natural por las descargas eléctricas.
Su control era también natural, ya sea por las lluvias o por llegar a barreras como ríos y acantilados.
Sin embargo, hoy las estadísticas apuntan como la causa principal la actividad irresponsable de personas o el descuido humano.