Algo sucedió esta vez en París que emocionó al público, dos luchadores dejaron allí sus zapatillas, como un ritual de que culminaban su carrera olímpica.
Uno nos tocó de cerca, fue el cubano Mijail López. Ese día Cuba se paralizó para verlo competir, y gritó junto al público que estaba allí y lloró de alegría con él. ¡Cinco veces campeón olímpico consecutivo! Un nuevo récord que marca el deporte cubano; pero más que eso las zapatillas que quedaron en el medio del colchón, fueron las de un hombre humilde que se consagró al deporte con disciplina y esfuerzo. Solo hay que ver cuanto cariño hacia sus entrenadores para entenderlo.
Recordemos en tiempo de pandemia y aislamiento su constancia en el entrenamiento en su hogar, tanto que lo hizo ser vencedor en las olimpiadas de Tokio.
Sus zapatillas simbolizan una vida entera dedicada al deporte, en becas, entrenamientos agotadores, consejos de grandes entrenadores, colegas que crecieron profesionalmente junto a él…
Asimismo, se despidió de igual manera el uzbeco Rustam Skhatbievich Assakalov, un veterano de 40 años y conocedor de lides de primer nivel, el que su último combate fue con Gabriel Rosillo. A pesar de que en este último encuentro una lesión en el hombro le impidió seguir, algo más marcó el momento, se despidió con ese ritual de los luchadores que indican el fin de una etapa importante en sus vidas.
Cuántas emociones en cada adiós, cuánto sacrificio antes de llegar a ser deportistas olímpicos, cuánta fuerza y empuje por lograr el sueño de todo atleta. Las zapatillas simbolizan el empeño de toda una vida.