Decía el eterno enamorado del suelo que vio nacer a los Maceo y a Frank País, de sus lomas y su ciudad, de su gente, de esa sonrisa y calidez que siempre le hacían sentir:
“Aunque no nací en Santiago, es una tierra querida donde estuve dispuesto a dar la vida. Por los santiagueros y los orientales siento, además de cariño, respeto y admiración; y no es solo por las páginas que en la historia les corresponden desde 1953 hasta los días de hoy, también porque Oriente ha sido cuna de héroes y escenario de heroísmo y dignidad patria, como ahora lo es todo nuestro pueblo”.
Habanero de nacimiento, pero santiaguero por elección; la vida no fue sencilla para quien teniendo escasos recursos y ascendencia humilde -trabajando duro junto al padre para sustentar a su madre y hermanos-, deseara aprender más y palpar los problemas políticos del país.
Su inquietud por la realidad lo llevó a vincularse en sus múltiples oficios desde el balneario universitario, a jóvenes como el Líder Histórico de la Revolución cubana, Fidel Castro Ruz, que con posterioridad serían conocidos como la Generación del Centenario (en homenaje al Apóstol José Martí, coincidente con los sucesos del asalto a los cuarteles Moncada y Carlos Manuel de Céspedes).
Con igual convicción que su coterráneo, participó en los sucesos de 1953, fue juzgado ante el tribunal, y residió en el Reclusorio Nacional de la Isla de Pinos, donde cantó junto a sus compañeros la Marcha del 26 de Julio, frente a Fulgencio Batista. Recibió los beneficios de la amnistía, en una falsa imagen de paz, sufrió represalias y persecuciones, que irrumpieran en su casa, lo trasladasen al Servicio de Inteligencia Militar, lo liberasen y viviese en el exilio en México.
La preparación para el período decisivo, sería encomiable, difícil, ardua; el padecer de más asedio, detención, interrogatorio, no lo detuvo ni quebrantó su fuerza, hasta desembarcar del yate Granma de regreso a su Patria, con el resto de los expedicionarios.
Quizás uno de los momentos más grandes y necesarios para la etapa de lucha, fue cuando parecía que todo estaba perdido y que la única solución era ceder en el revés de Alegría de Pío. Allí donde rescató también a Ernesto Guevara de la Serna, gritó la orden de no rendición. Esta tierra y este pueblo también inmortalizaron su frase.
Tras el encuentro de Cinco Palmas y la consolidación del Ejército Rebelde, asumió distintas responsabilidades y participó en varios combates, liderando la Columna 3.
Luego del 1.º de enero de 1959, llegó a desempeñarse como integrante del Buró Político y Vicepresidente del Consejo de Estado. Del Comandante de la Revolución y Héroe de la República de Cuba Juan Almeida Bosque, he podido construir mis propias anécdotas ya en la adultez como periodista. Cuando visité aquella casita en la loma empinada que va hasta el monumento del Tercer Frente.
Exploré la mirada de una familia honrada, trabajadora y sencilla, que lo conoció; pude encontrar en sus rostros la luz del agradecimiento, pues con orgullo sostenía las fotos y los recuerdos.
En mi adolescencia, cuando partió a la eternidad, lo vi recorrer por última vez las calles de su Santiago, entre la inmensa fila de estudiantes y de pueblo que lo acompañó; yo estaba cerca de la Ciudad Escolar 26 de Julio, saludando con la bandera de la Estrella Solitaria.
En aquellos momentos solo pude pensar en mi abuela, hablando de él, de su radiante sonrisa, del eterno poeta, compositor, amante de la vida y sus mejores colores. Esos instantes los reviven estas líneas de La Lupe, de su autoría: “Y ahora que me alejo/ para el deber cumplir,/ que mi tierra me llama/ a vencer o a morir,/no me olvides, Lupita;/ ay, acuérdate de mí”. Y siempre vivirá en el corazón de su Santiago.
