Santiago de Cuba,

Todo Santiago estuvo en el 26

17 July 2025 Escrito por  Roberto Peña Alvarez, estudiante de Periodismo
Granma

No hay en Santiago de Cuba una sola calle sin vínculos con la historia; y muy pocas que no estén relacionadas con el 26 de julio de 1953, cuando toda la nación se estremeció de forma tal, que se movieron también los cimientos de la dictadura de Fulgencio Batista.

Letras de bronce en el paseo patrimonial Enramadas, en el mismo centro de la ciudad, así lo eternizan con versos del poeta Waldo Leyva: "si descubres una calle por donde no haya pasado nunca un héroe…puedes decir que Santiago no existe".

Quienes hayan recorrido sus avenidas, habrán notado en más de una puerta o esquina, la inscripción de que allí cayó o se refugió alguno de los asaltantes que, bajo el liderazgo de Fidel, arremetieron contra el Cuartel Moncada, fortaleza militar hasta entonces inexpugnable de la dictadura.

Había que derrocar al tirano

Pasaba el año 1953 y Fulgencio Batista, llegado al poder tras el golpe de estado del 10 de abril de 1952, gobernaba bajo el miedo y la opresión, usando como telón de fondo la grave situación en que se encontraba el país
Su irrupción en el poder exacerbó la ya caótica realidad de la isla, de la que fue presidente ilegítimo hasta el 1 de enero de 1959, cuando triunfa la Revolución y, seguido por su camarilla, huye con parte del erario nacional

En esa época, Santiago de Cuba y su pueblo vivían una atmósfera de terror. En el centro de la ciudad, y como símbolo de la maquinaria de tortura y represión desatadas, se alzaba el Moncada, que los jóvenes de la Generación del Centenario de José Martí asaltarían en el verano de aquel año, al protagonizar una gesta que habría sido imposible de no ser por la tradición combativa del pueblo cubano, forjada desde octubre de 1868.

Toda la geografía santiaguera fue escenario de aquellos acontecimientos, por los que se conmemora cada 26 de julio, el Día de la Rebeldía Nacional, antesala de las luchas que posibilitarían el triunfo final, nueve años más tarde.
Una "granjita" devenida cuartel.

Diecisiete kilómetros separan a la ciudad de la casa roja y blanca, pequeña, que acogió horas antes de los sucesos de la madrugada de la Santa Ana, a los revolucionarios.

"El inmueble, conocido como Villa Blanca, pertenecía a José Vázquez Rojas y fue alquilado por Ernesto Tisol con el objetivo de establecer allí el cuartel general de los futuros asaltantes. Usaron como pretexto la idea de fomentar en el lugar una granja avícola", según recogen en el artículo "El Caney, el Moncada y los moncadistas" los investigadores Jorge Miguel Puente y Alexis Carrero.

El propio Tisol contaría años después, que durante los preparativos del asalto, fue Fidel quien tuvo en cuenta el poblado de El Caney como posible sitio de concentración de los jóvenes. Fue así como miembros del grupo de dirección recorrieron la loma del Escandel, sin éxito. Al día siguiente, exploraron la carretera de Siboney y localizaron el inmueble del que partirían los moncadistas hacia la epopeya.

En este lugar se ocultarían algunos de los vehículos, armas y uniformes militares usados en la acción. Y desde aquí Fidel se dirigió a los 128 jóvenes que lo acompañaban en la hazaña; se dio a conocer el Manifiesto del Moncada escrito por Raúl Gómez García; el poema Ya estamos en combate, y se entonaron, en voz baja, las notas del Himno Nacional.

A la Granjita de Siboney volverían 36 de los compañeros al sobrevenir la dispersión del grupo revolucionario tras el fracaso de la acción. Nuevamente aquí, Fidel analiza la situación y plantea dos alternativas: seguir la lucha en la Sierra Maestra o volver a sus lugares de origen. Serían 19 los que seguirían al líder histórico a la montaña.

El Cobre, la Virgen y el 26.

En otro extremo de la demarcación provincial, en medio de un cinturón montañoso, el poblado de El Cobre escribía también algunas líneas en la historia de aquellos días.

El 24 de julio, Oscar Quintela Bonilla, junto a cuatro compañeros, en su viaje para Santiago, y de paso por El Cobre, entraron al santuario y se tomaron una fotografía con la Santa Patrona de Cuba.

Después de la acción, en su huida a La Habana, fueron registrados por los soldados en Palma Soriano, y el retrato sirvió como evidencia a la excusa de que cumplían una promesa en el Santuario. La imagen de la Virgen, una vez mambisa, era entonces moncadista y les salvaba la vida.

Eso no es todo. En ese apartado paraje, los jóvenes cobreros, en apoyo a las acciones, colocaban carteles, banderas y letreros en lugares visibles para la policía y el pueblo, demostrando su apoyo incondicional a la causa que se gestaba.
Ciudad combatiente

Fue el centro histórico de esta ciudad siempre heroica un combatiente más en la lucha. Sus calles estrechas, los callejones, casas y plazas sirvieron como refugio a los jóvenes que huían luego del fracaso militar, y al pueblo que salía en su ayuda.

Al Cuartel Moncada entraba Fidel frente a 45 hombres, apoyados por Abel Santamaría en la toma del Hospital Saturnino Lora y Raúl, que atacaba el edificio del Palacio de Justicia.

"Cuando en la casa se enteraron de aquello (del asalto) cerraron todo, y no nos dejaban pararnos ni en la ventana; pero adentro se rezaba para que la Virgen acompañara a aquellos muchachos", comenta Enel Sarmientos Rivas, vecina del Puerto de Boniato que a sus más de noventa años se conmueve ante el recuerdo de la fecha.

Su hermana, María Caridad, asegura que habría querido "estar en el Moncada, como las otras muchachas (Melba y Haydee). Esos días fueron terribles, pero se recuerdan como algo de gente de otro mundo".

"Había que tener valor. Y eso en Santiago, sobraba", dice.

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