Con mucho tino afirmó un calificado politólogo que no hay nada más parecido a un republicano que un demócrata. Y otro dijo que en Estados Unidos existe un solo partido: el de los millonarios.
Acaba de ser electo el presidente número 14 que, desde Eisenhower hasta Trump, trataron primero de impedir que naciera Revolución. Ocho republicanos y seis demócratas. Y ninguno ha renunciado al criminal propósito de asesinar a la Revolución cubana. Y ahora, al llegar de nuevo Trump al poder, antes de tomar posesión, ya ha anunciado su política de arremeter con más fuerza sobre Cuba, en una lista ampliada que incluye a Venezuela y Nicaragua.
Habla, como siempre, en nombre de la democracia, siendo el mayor enemigo de la democracia en el mundo y en su propio país; en nombre de los derechos humanos siendo el mayor responsable de que en el mundo existan tantos millones de humanos sin derechos. Y en nombre de la libertad por ellos mismos brutalmente violada.
Pretenden imponerle al mundo un sistema democrático donde un delincuente, ladrón, violador de su constitución, con decenas de juicios pendientes, puede ser electo presidente, con la atribución, ya en el cargo, de auto perdonarse sus innumerables fechorrías.
En esta ocasión la demencia norteamericana amenaza abiertamente esos principios en su propio país. Hablan de crear los mecanismos para perpetuar el poder republicano, aún a costa de modificar preceptos constitucionales y de una abierta represión contra sus adversarios del anterior gobierno. Y abrigan la peligrosa intención de alcanzar su hegemonía en el mundo.
En su miopía, no asimilan que esa hegemonía, lejos de crecer, está perdiendo terreno tanto en lo político y lo económico, como en lo militar. O tal vez, reconociendo esa realidad, se esfuerzan ahora por cambiarla. La historia ha demostrado que los imperios, al saberse decadentes, han llevado al mundo a desastrosas consecuencias, pero pagando cara su obsesión de sobrevivir acosando a los demás.
Hace pocas horas, Trump informó su decisión de nombrar para el cargo de Secretario de Estado a uno de los mayores enemigos de Cuba, Marco Rubio, nacido allá, con padres, de origen cubano. En no pocas ocasiones este personaje ha recomendado revisar la estancia allá de miles de cubanos debido a fraudes en la política de Parole o que han pedido asilo político por persecución y al poco tiempo hacen reiteradas visitas a la Isla, sin afrontar problema alguno. Al propio tiempo, Trump ha anunciado la deportación de migrantes más grande en la historia de los Estados Unidos. Una declaración de Marco Rubio lo retrata de pies a cabeza: "Promoveremos la paz a través de la fuerza".
¿Qué esperar para Cuba de parte del otra vez presidente yanqui? Más que esa preocupación, vale una ocupación: estar siempre preparados, con el pie en el estribo, como nos ha enseñado Raúl, dispuestos a cualquier diálogo sobre la más estricta base del respeto a nuestra soberanía. Fortalecer nuestra unidad, nuestros resultados en la economía, defender y engrandecer la obra grandiosa de la Revolución, desojándola de los males que todos reconocemos difíciles, pero no invencibles. Y seguir combatiendo como también nos ha enseñado Raúl: con la fe inconmovible en la victoria.