Aunque muchos conocen mi historia, nunca he publicado la entrañable empatía con la emisora que hoy arriba a sus 95 años de fundada, y de ellos, medio siglo acompañándome.
En mi hogar, como en el de muchos cubanos décadas atrás, la radio era escuchada casi permanente, y para entonces, competía con el televisor y los tocadiscos, en una suerte de ajiaco musical.
En casa la disputa era mayor, pues Progreso, Mambi, Rebelde y Radio Reloj, estaban también entre las preferidas, y aquel pobre dial no descansaba en busca de novelas, policiacos, y espacios emblemáticos que parabién perduran.
Por suerte, había más de un radio VEF en casa para compartir los gustos, y aunque la jugada se apretaba más cuando había Serie Nacional de Beisbol, porque el bando masculino daba prioridad a escuchar las transmisiones de la pelota, todos éramos felices porque vivíamos siempre muy bien acompañados.
Así pasé mis años de niñez, adolescencia y juventud apegada a 'la que siempre le acompaña' . El periodismo me acercó a sus estudios, y fue Musicosas mi primera y más querida experiencia.
Y aunque en verdad muchos otros espacios me cautivan, quedé atrapada para siempre con 'el dinámico matinal del Caribe', y de la mano de Sisi Verdecia, del gran Julián Navarro, del inolvidable Lorenzo Ruiz y de esa voz inconfundible y peculiar de Nurys Arcas, aprendí los secretos y misterios del eter.
Desde Musicosas supe de las bondades del medio, el sacrificio de su gente, la importancia del trabajo en equipo.
He tenido el placer de acercarme a Alexeis Batista, quien magistralmente, tras la partida de Lorenzo, asumió la conducción de unos de los programas que simbolizan y distinguen la emisora.
Allí, en Musicosas y entre micrófonos, también conocí la grandeza interior de esa mujer nombrada Nurys, que no solo es voluminosa por su composición física.
La 'dueña de todas las fincas' santiagueras, quién aconseja a la 'legítima y heredera esposa' , la hija adorada de Carmen Rosa, la madre ejemplar, la vida de Vida, la preferida por todos sus oyentes, la hermana de afectos de Odalis, es también y para mí fortuna, esa amiga que sabes que siempre estará para tí, aunque el oficio nos distancie, pero el amor nos une.
La CMKC, 95 años después sigue en el corazón de su pueblo, y en el mío, porque más allá de la cercanía de mi profesión con el medio radial, a ella me unen recuerdos imborrables.
Quizás crean que exagero cuando digo que la radio salva, y a mí me salvó en los momentos más difíciles de mi vida, cuando con dos niños pequeñitos, tuve además que cuidar en casa a tres seres queridos que por las secuelas de isquemias cerebrales, quedaron encamados sin apenas valerse.
Para entonces, solo mi almohada y una gran amiga y colega, Lupe Laffita, sabía de mis angustias, pues vivía una historia parecída.
Creía que no podía entre pañales de bebés, curar escaras, lavar, planchar culeros, cocinar, bañar, atender, y hasta velar el sueños de mis hijos y el de mis pacientes.
Me gradué de enfermera, curandera, niñera, doméstica; a veces en la tarde recordaba que ni siquiera me había peinado, encontraba el cepillo dental con la pasta ya seca, pues cuando intentaba componerme para iniciar el día, el llanto de uno o el lamento y quejido de otros, me hacía olvidar la tarea anterior.
Mis lágrimas las bebí sola, o mejor dicho en compañía de Musicosas, de la radio, de la CMKC, que fue refugio para no morir de tristeza, para no gritar o salir huyendo, cuando sentía que no podía más.
Fue esta emisora mi paño de lágrimas y mi consuelo. Con sus espacios empecé a respirar profundo, a escuchar 'Rancho Mexicano', aunque no era amante de la música azteca, y esperaba con ansias los Éxitos, justo al mediodía de cada domingo.
Me seguía por los consejos de Mirelis Fonseca en 'Aquí de Nuevo', intentaba adivinar el personaje incógnito, y admiraba las entrevistas de Gonzalo González con su sección 'Nuestros Artistas'.
También sufri con sus novelas, aprendí a beber de sus programas históricos, me encantaba el timbre de Gerardo Houdayer; subír la 'Escalinata', estar juntos a 'Generación', engancharme de sus policiacos.
Volví a sonreír los domingos con los muchachos del Mejunje, con las dinámicas de Pronto, a colorear las noches grises con Kenia Campusano, la reina de la Fiesta de la Música; volví a la vida.
Sus noticieros me acercaron a mi mundo para entonces relegado, escuchar a Cary o a Bety, amigas de los años, me trasladaban a los buenos momentos compartidos, y como dicen que recordar es volver a vivir...vivía.
Concierto Informativo era mi favorito de la tarde, y la revista Cultural Imagen me acercaba a esa vida social de la que no podía disfrutar, pero que sí debía conocer.
Gracias a esta emisora mis amigos se han multiplicado, ya son los jóvenes de Tridimensional, los oyentes que competimos en ATR en la Gran Tanda, los atrevidos cantantes telefónicos, los personajes de 'Estampas', los locutores de 'Sprint', del 'Mundo de los Deportes', los seguidores de 'Épocas de todos'...
Desde mi soledad compartida con la radio, admiraba la laboriosidad de la más Vital de la emisora, Doña Elvira Orozco; a la joven periodista Yailen Aguilar con sus temas de género, que muchas veces me reflejaban. Me fascinaban las crónicas de Raúl López Alvarado, a quien respeté muchísimo por su talento y humildad, y esperaba con ansias las noticias del dúo explosivo de Carmen Yero y Bárbara Bolerí.
Mis niños de tanto escucharla, aprendieron a identificar las voces de los periodistas y al terminar cada reporte, se adelantaban a los créditos y con esa espontaneidad que solo da la niñez, hacían el cierre: reportó para ustedes: Óscar Ignacio Ruano, Ada Mirta Carmenaty Deas, Amaro Álvarez, Rafael Pasarin, Camilo González..
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Lo cierto es que desde entonces, y para siempre amanezco con el Sol, me atrapa el rastreo internacional de mi amigo Santiago Romero Chang y mis hijos crecieron y aún escuchan las historias del caballo Brillante y el Cochero del Sol.
Ahora también he tenido el privilegio de compartir con su nuevo director, y me siento dichosa de conocer a alguien tan profesional y mesurado en todo cuánto hace, como José Yaser Centray Soler.
Ustedes, ese colectivo que admiro y respetaré por siempre, se convirtieron sin saberlo, en medicina para el alma de mis seres queridos, que hoy ya no están, pero que conocieron los encantos y la magia de la CMKC.
A ellos, cama 1 en la sala, cama 2 en un pasillo y cama 3 en un cuartico, les ponía bien cerquita el equipo para que les llegara la imagen en sonidos de la radio. Y aunque su enfermedad no les permitía expresar que les gustaba, sentía que con ella llegaba la calmaba, y sé que eran felices escuchándola.
Aún sonrió cada vez que mis hijos - y desde pequeñitos-, repiten los eslogan o promociones de la emisora como si fueran ellos los presentadores; y es que también y sin notarlo, la radio los atrapó con sus encantos.
Desde entonces -y mientras el fluido eléctrico lo permite-, en mi casa no se apaga el equipo, no se mueve el dial. Se escucha las 24 horas la santiaguerísima emisora de la Revolución, que no solo siempre te acompaña: también salva, y yo soy testigo.
Por eso hoy en su 95 cumpleaños, no hay palabras para resumir lo que para mí y los míos, ha representado esta emisora, que es pan de vida, es cuna de talentos, es ejemplo de entrega al oficio, es el reflejo de una cuidad y su gente, es esa amiga fiel que estará, no importa contingencias energéticas, huracanes ni temblores; porque la CMKC es el corazón de Santiago y No dejará de latir, mientras su pueblo la siga acompañando siempre.