Y sacando cuentas, pienso que las cosas destruidas por el máximo dirigente cubano- en beneficio siempre del pueblo cubano y de la humanidad- son las que más duelen a los prepotentes del Norte revuelto y brutal que nos desprecia, como lo sentenció José Martí.
Fidel destruyó en Cuba el mito de que el pueblo podía luchar junto al ejército o sin el ejército, pero nunca contra el ejército, en nuestro caso asesorado y apoyado por el gobierno norteamericano. Fidel luchó contra el ejército tiránico y lo destruyó, sustituyéndolo por otro donde el ejército es el pueblo y el pueblo es el ejército.
Fidel destruyó el mito de que una nación pequeña no podía luchar frente a una gran potencia como los Estados Unidos. En Cuba, Fidel destruyó el analfabetismo, el desempleo, la discriminación racial. Destruyó el latifundismo, la explotación de los obreros y de los campesinos. Pulverizó el dominio norteamericano sobre Cuba y nuestra condición de neocolonia yanqui.
Fidel destruyó la miseria en nuestros campos y ciudades, los desalojos y desahucios que lanzaban a las calles y caminos reales a centenares de familias desposeídas. El propio concepto de desposeído y de paria en su propia tierra, fue erradicado.
Fidel destruyó la mentira de la democracia burguesa que durante tantos años engañó al pueblo cubano. E instauró un sistema donde el gobierno es el pueblo y el pueblo es el gobierno. Destruyó el poder de los ricos sobre los pobres y cercenó los humillantes grilletes de la esclavitud.
Fidel erradicó un sistema de salud en el cual el paciente era un cliente y la medicina una mercancía vetada para la mayoría de la población.
Fidel borró las bochornosas marcas de la incultura, del subdesarrollo en el deporte y en las ciencias, cuyos adelantos asombran hoy al mundo.
Fidel, en Playa Girón, destrozó la creencia de la invencibilidad militar del imperialismo en América.
Fidel fue un permanente destructor de las mentiras yanquis. Y allá, en las preteridas tierras africanas, destruyó los intentos imperiales de apoderarse de la República Popular de Angola y contribuyó a romper las oprobiosas cadenas del colonialismo y del apartheid en otros pueblos.
Fidel rompió la oscuridad que negaba y niega la luz a las pupilas de centenares de miles de hermanos latinoamericanos pobres. Y cerró las puertas al luto en miles de hogares acosados en el mundo por la miseria y los desastres naturales. Rompió también para millones de personas en distintos continentes, el bochorno del analfabetismo.
Fidel rompió todos los pronósticos de quienes en los primeros años aseguraban que la Revolución no podría sostenerse en el poder y de quienes, al desmoronarse la Unión Soviética y el Campo Socialista, fijaron un breve plazo a la existencia de Cuba como nación socialista.
En la persona de Fidel se ha roto un récord, pienso que imposible de igualar, de 638 intentos de asesinato promovidos, organizados o apoyados por la Agencia Central de Inteligencia de Estados Unidos, en asqueroso maridaje con la mafia contrarrevolucionaria de Miami.
Son tantas las cosas que en aras del bien y la felicidad de los cubanos y de la humanidad ha destruido Fidel, que, de conocerlas todas, se haría más inmenso el cariño y la admiración que hacia él profesan millones de personas en disímiles latitudes del Universo.
Es comprensible que los gobernantes norteamericanos revolviéndose en su propio lodo, utilicen engañosos calificativos sobre la figura de Fidel. Esas mentiras, como lo está demostrando la realidad, chocan cada vez más contra la verdad y contra la conciencia de los pueblos, acerca de quiénes defienden sus derechos y quiénes hacen lo indecible para arrebatárselos y pisoteárselos.
Pienso- creo que otros muchos compartirán el deseo- que ojalá contara el mundo con muchos gobernantes dispuestos a destruir injusticias como las tantas destruidas por Fidel. Para ello, sería indispensable una condición lograda en Cuba: Fidel, pueblo,
Revolución, Partido Comunista, socialismo y gobierno, son un haz indestructible que, como lo preconizó José Martì, existe con todos y para el bien de todos.
Hoy, Fidel, aún después de su fallecimiento, en su condición de eterno Comandante en Jefe de la Revolución cubana, sigue destruyendo las posiciones enemigas y edificando las que benefician a su pueblo y a la humanidad.