Antes estaban limitadas a espacios estrechos como las casas, las salas de los hospitales, las cocinas; las ataban dogmas, cánones, vicios y todo tipo de miserias humanas que una vez dominaron las sociedades.

Hoy es común verlas en cualquier lugar, en la cabina de un avión, al volante de un camión, auto o motocicleta, en un quirófano, entre planos de ingeniería, con las manos engrasadas o las botas enfangadas.

Ya dominan las asambleas, los gobiernos y tribunales, visten uniformes, escalan postes eléctricos, son las dueñas del mundo conocido y están listas para conquistar los que están por venir, gracias a su resistencia, fuerza, flexibilidad y sensibilidad.

Por suerte me tocó vivir la época de las conquistadoras, las vencedoras; tuve la oportunidad de entender porqué mi género siempre quiso subyugarlas y lo digo sin complejos: porque son más capaces e inteligentes que nosotros.

Hoy se habla de campañas, programas y estrategias, sin embargo, pienso que las respuestas no están en protocolos, y sí en cada una de ellas, en la inspiración personal, porque ejemplos de obras destacadas llegan de todos los tiempos, porque el potencial siempre ha estado ahí.

En sus vocabularios ya no se leen: dominio, débil, menos, incapaz, infeliz, imposible; porque ellas escribieron con tinta buena: fuerza, energía, triunfo, sueños, futuro, mundo; con el lápiz de sus pasos hacen caminos, derriban muros y abren puertas.

Me resulta imposible imaginarme un país sin su protagonismo e ideas, sin la capacidad para leer entre líneas, intuir el peligro y prever la mejor solución, por lo menos ya me acostumbré al refrán, que de adolescentes no entendía: “Cuando tu vas ellas vienen”, y otros menos ortodoxos, pero reales.

Cabe mucho más en estas líneas, falta mucho que decir, de hecho, no creo que haya alfabeto para abarcar la verdadera dimensión física y espiritual de Ellas las HEROÍNAS.