Santiago de Cuba,

Ellas no están solas

01 September 2025 Escrito por 
Tomada de la web

Es casi medianoche y se escuchan los gritos, las súplicas, ‘no me des’, ‘suéltame’, ‘déjame en paz’, ‘vete de mi casa’. Al día siguiente unas gafas disimulan el púrpura en sus ojos, en su piel las huellas del terror, entre sus labios el camino para romper el cerco. Pero prefiere callar.

‘No volverá a pasar’ es la frase perfecta en la reconciliación, que dura como merengue en la puerta de un colegio; luego otro malentendido, un ataque de celos, machismo barato, el alcohol como aliado perfecto para subir los tonos de la conversación, que vuelve a terminar en golpes y amenazas.

Todos murmuran: amigos, vecinos, familiares, ‘a ella le gusta eso’, ‘entre marido y mujer ...’, ‘él es muy violento’, ‘ella se lo buscó’... lo cierto es que Mary sigue siendo el saco de boxeo en el que Ernesto descarga su ira, y sus niñas no son solo las espectadoras de la más cruel escena de violencia; también las víctimas. Pero nadie denuncia.

Esta mujer violentada tiene muchos nombres: Paula, Mercedes, Yoandra, Ivón... está al doblar de la esquina, en su barrio, en mi comunidad, en campos y ciudades. No necesariamente es la ama de casa dependiente del esposo, también las conozco universitarias, profesionales, obreras, emprendedoras; esas que tienen bien ganado con sudor el sustento para vivir, pero que siguen atadas a falsos cánones que estimulan relaciones de dominación, no de pareja.

Lo triste es que en pleno siglo XXI, a tantos años de Revolución, y tras décadas de lucha por la igualdad y equidad de género, por romper el patriarcado, por ocupar ese espacio relegado para damas y del que hoy las cubanas son dueñas, siguen siendo recurrentes hechos violentos contra la mujer, que empiezan con acoso, ataques verbales, un ligero empujón, abusos sexuales, golpes... y en no pocas ocasiones la agresión llega al punto de provocar la muerte.

Por suerte, nuestras mujeres han roto estereotipos y hecho suyos los derechos; sin embargo, mientras una de ellas esté en peligro tenemos que visibilizar el problema; y hacerlo no precisa de ventilar en las redes sociales los conflictos de pareja, no es publicar rostros o imágenes de mujeres agredidas, no es hurgar -cual crónica roja-, en los detalles más íntimos, no es resquebrajar su moral, y hacer viral y motivo de comentarios denigrantes los sucesos.

Ellas tienen familia: padres que esconden la angustia, hermanos que se enfrentan; hijos que quedan traumados de tantas escenas de pavor, y que luego reproducen idénticos patrones; amigos y vecinos que no se cansan de aconsejar.

No están solas, tienen también a una sociedad que norma y repudia estos actos contra la mujer, que constituyen delitos, y que deben ser evaluados con todo el rigor y el peso de la Ley.

Me atrevería a afirmar que casi siempre detrás de un homicidio, primero hubo violencia encubierta, constantes agresiones vistas como simples peleas, y que terminan en morbosos crímenes.
Una llamada a tiempo puede cambiar la historia; decir NO a la violencia es la única opción, es salvarse de no ser la próxima víctima.

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Mayte García Tintoré

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