Preocupa, y mucho, las actitudes que pude observar hace unos días, cuando un número no despreciable de jóvenes -la mayoría adolescentes-, andaban todos con botellas y cigarros en mano; se dirigían hacia el río San Rafael, en busca de un chapuzón o del peligro.
La situación comienza a ser reiterativa, sobre todo los fines de semana, y sucede en Rafael Reyes, Guaninicum, Jutinicú, Ullao...
Lo cierto es que en esta temporada se incrementa el riesgo de accidentes, sobre todo los de tránsito, pero también caídas, ahogamientos, intoxicaciones, quemaduras y se aprecian riñas tumultuarias.
La percepción del riesgo es baja y eso incrementa el peligro. La ingestión de bebidas alcohólicas es una causa que condiciona estas conductas; y es que el acto de beber debe hacerse con medida, pues es la principal causa de reyertas y discusiones.
Un punto y aparte merecen la observancia de los padres para con los menores, que a la vista de todos y como un average andan con la botella y el cigarro en mano, y en el peor de los casos hasta con drogas.
La violencia ha dejado de ser un problema individual y es reconocida y tratada como un fenómeno social, por eso es necesario inculcar valores desde edades tempranas, retomar las normas de cortesía, fomentar el respeto a los ancianos y a las personas mayores. Pedir permiso, dar las gracias u ofrecer disculpas, sin gritar o alzar la voz y evitando gesticulaciones inadecuadas, son formas de ser comprensivos y evadir problemas innecesarios en días tan alegres como estos.
Es tiempo para fiestas y celebraciones, el abuso de bebidas alcohólicas en lugares públicos se convierte casi siempre en un enemigo.
Se necesita de un mayor accionar de los organismos responsabilizados de mantener el orden y la disciplina, sí, y también la familia debe saber dónde están sus niños, adolescentes y jóvenes, a dónde van y si cumplen con los protocolos establecidos para esta etapa.
Todos debemos asumir la cuota de responsabilidad que nos toca ante este problema para evitar la pérdida de vidas humanas. Necesitamos desterrar la negligencia y la insensatez, comportamientos que han causado la muerte, en no pocas ocasiones.
Estos sensibles temas ameritan toda nuestra atención y cuidado. Hagamos cuanto sea posible por preservar la vida y el bienestar de los menores, adolescentes y jóvenes. La prevención de accidentes es deber de todos. Promover salud es contribuir a la felicidad de los hogares y, por ende, de la sociedad.