Hoy, con el uniforme verde olivo y el corazón dividido entre el servicio militar y el sueño del periodismo, María Karla es el rostro de una generación de mujeres cubanas que llevan la Patria en la sangre y la verdad como bandera.
Para ella, el periodismo no es solo una carrera, es una demostración de amor, rebeldía y sobre todo coraje. “El periodista es la voz del pueblo, es la persona que se encarga de transmitir las noticias con veracidad”, expresó. Sus palabras mencionan a la Federación de Mujeres Cubanas (FMC), esa organización que ha sido columna vertebral en la lucha por empoderar a las mujeres desde las batallas del día a día.
María Karla sabe que ser periodista en Cuba es también ser soldado: “Somos nosotras quienes llevamos la verdad a los medios, y eso exige un cierto nivel de compromiso, de responsabilidad. Debemos de tener muy claro la labor que estamos cumpliendo y lo importante que es para el país”.
El servicio militar no fue solo un deber. “Me enseñó que la disciplina no es rigidez, sino entrega. Aquí he aprendido que el compromiso con la Patria se vive en el sudor, en el frío de las madrugadas, en la resistencia”, dijo.
Allí, entre compañeras que hoy llama hermanas, entendió el peso de ser “Mariana”: “No somos las de antes, pero llevamos su misma firmeza. Somos las que defendemos la Revolución desde todas las aristas”
En septiembre, cambiará el fusil por una libreta y por libros, pero no la esencia. Estudiar periodismo será otra forma de servir, porque en Cuba -insiste- las palabras también son armas. “Un buen artículo periodístico puede mover conciencias, como un buen disparo puede defender la Revolución y el Socialismo”.
Leyva Herrera es hija de un país donde las mujeres no esperan permiso para hacer historia. “Aquí, una mujer con fusil no es rareza; es tradición que heredamos de las mujeres que lucharon en la Sierra y en el llano”, comentó con orgullo. Y es cierto, en sus manos, el micrófono pesará igual que el fusil, porque ambas herramientas construyen Patria.
Su historia no es única, pero sí extraordinaria. “El servicio militar me hizo fuerte, pero también me recordó que la fuerza más grande es la de la verdad”, afirmó.
Cuando entre a la universidad, llevará consigo no solo los sueños de una joven de 18 años, sino el legado de Vilma, de Celia, de esas mujeres que hicieron de Cuba un ejemplo. “No somos las mismas de ayer, pero llevamos su misma luz”, confesó. Y en sus ojos, el brillo del que sabe que el periodismo -como la Revolución- se hace con pasión, con dolor, y sobre todo, con amor.
María Karla ya no es solo la niña de El Principito; es la mujer que escribe su propio cuento, donde los finales felices se ganan con trabajo y lealtad. Y Cuba, que siempre ha sido tierra de heroínas, espera su próxima página.