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El 2 de agosto de 1990 falleció el último mambí, es decir, el postrer sobreviviente de la Guerra de Independencia organizada por el Héroe Nacional cubano, José Martí, contra el poder colonial español e iniciada el 24 de febrero de 1895. Ese patriota, nombrado Juan Fajardo Vega, falleció cuando le faltaban 13 días para cumplir los 109 años de edad.
Un nuevo aniversario, dolorosamente luctuoso para nuestro pueblo, nos lleva a evocar aquel artero, cobarde y criminal asesinato perpetrado por los esbirros al servicio del batistato en la amarga tarde del 30 de julio de 1957, hace 67 años, cuando le arrancan la rica y brillante existencia en el Callejón del Muro santiaguero al tan querido como respetado líder del frente nacional de Acción y Sabotaje del Movimiento Revolucionario 26 de Julio (MR-26-7): Frank Isaac País García, así como la de su compañero Raúl Pujol Arencibia, quien no solo decidió acompañarlo todo el tiempo para protegerlo y tratar de impedir que sobre Frank se volcara el odio y salvajismo intrínseco en la estirpe de estos elementos gavilla a cuyo mando se encontraba el conocido matón José María Salas Cañizares, Masacre, sino que se enfrentó muy corajudamente al ejecutor principal de esa barbarie.
Tal vez el saldo más horrendo de la tiranía de Fulgencio Batista, amén de sus numerosas vejaciones a Cuba y a los cubanos, fue la muerte que sus esbirros ocasionaron a más de 20 000 personas que luchaban para que la Patria soñada por Martí se concretara.
«Qué es lo que pasa? Esa fue la pregunta que se hacía todo el mundo al amanecer», detalló Marta Rojas, testigo excepcional del proceso a los asaltantes a los cuarteles Moncada y Carlos Manuel de Céspedes, al describir el ambiente que dominaba a la ciudad de Santiago de Cuba aquel día de julio de 1953.
Todo se resume en 509 años. El título de Villa otorgado por la corona española marcó el nacimiento oficial de una ciudad que, desde entonces, no ha dejado de ser muy noble y leal: ahora a su pueblo, a su Revolución, a sus líderes.
A la Dra.C. Eloína Miyares Bermúdez, una de las más notables lingüistas de Cuba, la conoció esta reportera una noche de abril, hace 24 años. Regresábamos de La Habana en el mismo tren ella, el eminente filólogo Dr.C. Julio Vitelio Ruiz Hernández (su esposo) y la arriba firmante, que entonces recién cumplía los 13.
“Ella es de esos hombres y mujeres imprescindibles”, fueron las palabras -junto a otras de merecido reconocimiento y los aplausos- que retumbaron en la sede Julio Antonio Mella de la Universidad de Oriente de Santiago de Cuba, al conferir el premio provincial por la Obra de la Vida Mariano Corona Ferrer, en el contexto del 61 Aniversario de la Unión de Periodistas de Cuba (Upec).
Daniel tiene 9 tatuajes, entre ellos una "manga" que le cubre todo el brazo, la cual contabiliza como si fuera uno solo, fue lo primero que se hizo recién cumplido los 20 años, luego llegaron sesiones de tinta que desembocaron en los 8 restantes.
Mi historia es bastante difícil, quería ser aviador, pero mi familia no tenía el dinero en los albores de los años cuarenta, entonces, me hice enfermero, y aunque me pagaron mal, al menos pude adquirir algunos conocimientos de psiquiatría que luego me salvaron la vida sin saber que un día, tuviera que decidir entre vivir como un loco o morir de un tiro por un batistiano.
Juro que después de haberla entrevistado le admiro mucho más, llegué conociendo que era de esas trabajadoras todoterreno; a quien no hay que decirle las cosas dos veces, la que nunca tiene como respuesta un No puedo, la que es ejemplo de disciplina y amor al trabajo.